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HEBE

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[4 de diciembre de 1928 –  20 de noviembre de 2022]

Difícil ser Hebe. Ser una mujer emblemática de la Argentina –“una mujer del montón, un ama de casa más…” se autodefinía. Conocida como “de” Bonafini, a pesar de no haber reportado a nadie ni a nada.

Nació en Ensenada, cursó sólo la escuela primaria, se casó a los 14 años y fue madre a los 22.

Tenía menos de 50 cuando el terrorismo de Estado desapareció a su primer hijo, de 26. Luego a su nuera y más tarde a su segundo hijo, cuando tenía 24 años.

Antes de la caída de la última dictadura cívico-militar, también falleció su marido, en 1982.

Desde 1979 presidió la Asociación Madres de Plaza de Mayo. 

Fácil -e injusto por igual- juzgarla por su carácter, por sus dichos… como si desde otro tiempo y distintas circunstancias tuviéramos el derecho de exigirle palabras dulces, buenos modales y gestos amables: “Rebeldes, locas, prepotentes; nos paramos ante el poder y dijimos «acá estamos». Pusimos el cuerpo que es lo único que tenemos para poner…” diría en el discurso por los treinta años de las Madres, el 1° de mayo de 2006.

Imprescindible recordarla por aquello que le dio visibilidad: reclamar por las personas detenidas-desaparecidas durante la dictadura y en Democracia luchar contra la impunidad de los responsables de crímenes de lesa humanidad,  reivindicando la vida de las víctimas del Estado terrorista, rindiendo homenaje a sus actos y no solo a su desaparición. 

Necesario comprenderla: “…desde que desapareció mi hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran; el encuentro y el ansia compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que antes no me interesaba saber”.

Inevitable celebrar su paso por nuestra Facultad:

“Cuando el año pasado me mostraron la obra que había ganado, me pareció un lugar generador de tantas cosas… y hoy que lo veo concretado me parece más hermoso todavía; primero porque hay un árbol que es un tilo que da sombra, perfume, hojas, flores…

Porque es el árbol donde los chicos se cobijaron, caminaron, soñaron, vivieron en esta ciudad de los tilos.

Esto -como se dijo- es una obra, no es un monumento; me gustó muchísimo.

No quiero monumentos para mis hijos, quiero obras; obras de construcción. 

Ellos estaban construyendo un mundo mejor; por eso son importantes obras y no monumentos: construir, construir y construir que es con lo que ellos soñaron, lo que ellos quisieron y por lo que dieron sus vidas…

Y amo este lugar y me parece lo más hermoso que se ha hecho hasta ahora, lo más lleno de vida porque es una obra, pero esencialmente porque se parece muchísimo a una plaza, y nosotras caminamos en la plaza! 

Desde aquí el amor más profundo.” *

PPDDHH_fau


(*) De su discurso en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo UNLP, al inaugurarse “La Espiral” el 14 de septiembre de 1995.

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