Sin lugar a dudas la tecnología, la innovación y la sustentabilidad ocupan un lugar destacado en el escenario actual. Desde mediados del siglo pasado, la tecnología se encuentra altamente relacionada con los avances en el campo científico, provocando un salto cualitativo en el conocimiento, las formas de producción y los nuevos productos.
Ambos aspectos quedan firmemente unidos, pues la aplicación intensiva del conocimiento científico resulta hoy un medio decisivo para la generación de bienes y servicios. Desde esta perspectiva resulta lógico comprender que la actividad científico-tecnológica encuentra en el desarrollo de los sistemas de construcción y los materiales un amplio territorio de intervención. El desarrollo de nuevas tecnologías que acomoden al ámbito del diseño y la producción de arquitectura a la situación actual se torna imperioso y no en necesidad, sino en obligación. Este enfoque no solo se acerca a una concepción social de las elaboraciones arquitectónicas, sino que en la medida que se produzca una capacitación apropiada a la variación de las condiciones presentes, se abre la posibilidad de una innovación y creación tecnológica consciente y controlable tanto para restaurar las condiciones ambientales quebrantadas como para el empleo inteligente de los recursos materiales y humanos existentes. En cuanto a los recursos y las tecnologías disponibles para la producción, hay que tener en cuenta que se han de disponer una serie de fases previas igualmente importantes: investigación, innovación, planificación, diseño, optimización, análisis de impacto, etc. Además, otra de las principales ventajas es la racionalización como concepto en el diseño y la ejecución del conjunto arquitectónico como un único proceso coordinado, permite abordar las condicionantes constructivos y organizativos globalmente.