A 40 años del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas, un recorrido por las vivencias del Arq. Marcelo Soteras, convocado para embarcar el ARA General Belgrano en 1982.
En 1982, Marcelo Soteras tenía 25 años y ya se había recibido de Arquitecto en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP. Estaba trabajando en una oficina “donde dibujaba o hacía tareas que tenían que ver con mi profesión y mi conocimiento” cuando fue convocado para embarcar el Crucero de la Armada Argentina ARA General Belgrano. Al igual que cientos de jóvenes de todo el país, fue obligado a formar parte de un enfrentamiento bélico con una de las potencias mundiales en el marco de la recientemente iniciada Guerra de Malvinas. Sabía que desde el momento en que pondría un pie sobre esa embarcación su vida corría peligro.
El 2 de mayo de 1982 cerca de las 17:00, dos torpedos lanzados por el submarino nuclear británico Conqueror impactaron en la popa y la proa del buque argentino, en momentos en que navegaba a 35 millas al sur de la zona de exclusión determinada por el Reino Unido alrededor de las Islas Malvinas. El ataque provocó su hundimiento, el primero de una nave argentina en combate.
En declaraciones al canal Somos 9 de Julio, Marcelo Soteras contó hace poco tiempo su historia por primera vez. De los 1.093 tripulantes que tenía a bordo, murieron 323, (casi la mitad del total de muertos argentinos en la guerra) y unos 770 lograron sobrevivir en balsas inflables, pero debieron esperar varios días en el mar, con temperaturas bajo cero, para ser rescatados.
“Me salvó la vida ser arquitecto”, resalta Soteras a cuatro décadas de esos hechos y cuenta que al momento del ataque llevaba consigo sus tesoros: su agenda personal, un reloj, cartas, las llaves de su casa y el carnet de la Caja de Ingenieros.
En esa entrevista no sólo relató cómo fue el hundimiento de Belgrano y el operativo de rescate, sino también cómo la dictadura buscó esconder e invisibilizar a los jóvenes que había mandado a combatir. “Nosotros llegamos y nos escondieron como basura abajo de la alfombra…a mí me llevaron a Ushuaia, me subieron a un avión y me bajaron en la Base Naval Puerto Belgrano donde yo estaba cumpliendo la conscripción y me tuvieron 5 días ahí encerrado: el único que sabía que estaba vivo era yo, nadie más lo sabía. En la lista de ´los vivos´ no estaba mi nombre, sólo había un ´E. Oteras´…algunos -con el deseo que yo esté vivo- tuvieron fe y esperanza en que ese nombre fuera yo. Eso fue terrible. A nosotros nos cortaron el pelo, nos dieron la gorra que decía Manuel Belgrano nos dieron la tarjeta de identificación naval, y nos devolvieron a la sociedad hechos mierda…yo pude volver a mi casa, a abrazarme con mis amigos y mi familia, pero fue algo terrible (…) yo algo que no les perdono es haber puesto mi vida en riesgo, fue una situación muy irresponsable”.
A 40 años del inicio de la guerra, habitamos un presente para construir pasado y futuro.
Memoria, verdad, justicia y soberanía.