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Certezas e Incertidumbres. Fuentes diversas

Hugo Aníbal Lavalle Casamiquela

Hugo Aníbal Lavalle Casamiquela de acuerdo a su legajo nº 4932/0 nació en La Plata el 26 de julio de 1952 y realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional “Rafael Hernández” y los completó en la Escuela Media N°1 de Magdalena. En 1971 ingresó a la carrera de Arquitectura y Urbanismo, donde rindió una materia por última vez en marzo de 1974. “Pinino”, como lo apodaban sus amigos, militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El 9 de octubre de 1975, en el marco del denominado Operativo Independencia, murió en manos de fuerzas del ejército, que lo rodearon, junto a sus compañeros, a orillas del arroyo San Gabriel en Acheral, Monteros, Tucumán.

Certezas e Incertidumbres. Fuentes diversas

Distintos sitios han incorporado el trabajo realizado en nuestra Facultad: “Su legajo como estudiante de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo fue reparado mediante la resolución Nº 1177/18 en el año 2018.”

PININO LAVALLE, DEL RUGBY CANARIO AL MONTE TUCUMANO
EL NIÑO RIZOMA
Fuente: MiradasalSur

Su hermana, Alicia, repetía que Pinino no podía figurar como asesinado porque su cuerpo nunca apareció ni se comunicó su baja.

En su búsqueda por reconstruir la historia de los jugadores desaparecidos de La Plata Rugby Club, Julián Axat cuenta en primera persona cómo llegó al wing izquierdo, cuyos últimos rastros quedaron en la emboscada del río San Gabriel.

Juegan los canarios, ¿me desean suerte?”, les decía Hugo Pinino Lavalle a sus padres antes de irse a cada partido. Pinino, sobrenombre que le pusieron los amigos por el parecido físico con el astro de River Plate Oscar Pinino Más. Bajito y potente, sus poderosas piernas retaconas le daban un pique corto y una fuerte pegada que colocaba la pelota en ángulos imposibles. Pinino Lavalle no sólo compartía esas virtudes transferidas al rugby, sino que también lo honraba en la misma posición: wing izquierdo. De la historia de Pinino poco se sabe, hasta ahora.

Alguna vez Tite Eliçabe, hablando sobre la historia de mi padre, empieza a hablarme de Pinino: “Ese muchacho retacón y rápido a quien entrenábamos en las inferiores, y que de un día para otro cambió a Los Canarios por el monte tucumano…”. La historia parecía impresionante.

Mi encuentro con esa historia es por Alicia Lavalle, su hermana. Estos cruces vienen surgiendo casuales, inesperados. A veces me buscan, a veces los busco. Después escribo. En un evento de H.I.J.O.S. La Plata, ella se acerca y me pregunta si soy el que anda escribiendo sobre los jugadores desaparecidos de La Plata Rugby Club. Yo ya sabía de ella, hace rato la buscaba.

Un tiempo antes había salido una nota sobre la historia de Santiago Sánchez Viamonte, y Alicia llamó por teléfono a la hija, Verónica, para preguntarle cómo era posible que en todos los registros su hermano figurase como un ex jugador de rugby asesinado, y punto seguido “sin datos”. El día que Alicia me encuentra y pregunta si soy yo el que anda escribiendo sobre los jugadores desaparecidos de LPRC, me dice que todo esto es un disparate: “Ni asesinado ni sin datos”.

Hace pocos días nos juntamos con Alicia en un café. Ella despliega sobre la mesa un arsenal de fotos, cartas, banderines del club, recortes de diarios, recibos de pago de una pelota datada en 1969. Las piezas del puzzle Pinino que yo voy a intentar armar:

Hijo de Florentino Lavalle y de Inés Casamiquela, Hugo Aníbal nace la tarde del 26 de julio de 1952 en La Plata. El nacimiento ocurre horas antes del fallecimiento de Evita. La anécdota que cuenta Alicia es que esa misma noche, su padre, Florentino, es detenido por la policía no por violar el luto, sino por estar tomando unas copas con sus amigos celebrando la llegada de su hijo.

Se crían en la casa de calle 58 entre 11 y 12. Va al Normal 3. Alumno abanderado, los boletines que me muestra Alicia son todos con calificaciones diez. Me habla de sus amigos Homero Bibiloni, los vecinos Elena y Gustavo Mariani, su novia Silvia Bordoni. Le gustaba tocar la guitarra. Pero el deporte parece algo fundamental en la vida de Pinino. El fútbol en sus inicios. Hincha del Lobo, el padre lo lleva a la cancha seguido. Alicia me muestra una foto publicada en el diario El Día, en la que se lo ve a Pinino sentado en los tablones manipulando un yoyó. El rugby aparece a los 12 años, en las inferiores de LPRC. Coincide no casualmente con el momento en que ingresa al Colegio Nacional, la mudanza con la familia a la casa de la calle 55 entre 3 y 4; y la aparición en su vida de los amigos de juego: Marcelo Arriaga, Roberto Larrain, Hernán Mathieu, Homero Bibiloni, Pinfo Garriga y otros

La cuarta, quinta y sexta de LPRC. “Juegan los canarios, ¿me desean suerte?” ya era un clásico en la casa de la calle 55, al punto que Florentino va a reescribir esa frase muchos años después, jugando a ser el álter ego de su hijo. “Pinino siempre venía roto de los partidos”, dice Alicia. Pero hay dos anécdotas puntuales que recuerda especialmente. La primera es cuando se construyó una parte del buffet en el predio de Gonnet, estaban los vidrios recién puestos y sin marcar, Pinino se los llevó por delante. La segunda es un accidente en pleno juego: cae encima de la guinda y le explota el bazo sanguíneo. Lo trasladan de inmediato, lo operan y se salva de milagro.

Que se puede vivir sin bazo lo prueba al año siguiente cuando egresa del Nacional y hace un viaje de aventuras por Europa con dos amigos. “A trabajar”, les dice a sus padres antes de subirse al avión. Al poco tiempo llegan las cartas: “Sabés lo que es pelar una bolsa de papas…?”; “sabés lo que es lustrar 150 pares de zapatos?”. Empleado en un colegio inglés, después prueba suerte en el metro de París pasando la gorra con la guitarra, al ritmo de “Mañanas campestres”. Y les va excelente dice Alicia. El viaje dura hasta fines de 1972.

Corre el año 1973, ingresa a la Facultad de Arquitectura de la UNLP. Ya por entonces quedan atrás los días del rugby. La experiencia en las clases y talleres de Jorge Togneri lo van a marcar, dice Alicia. Por entonces Jorge Togneri proponía una visión de vanguardia en el claustro (“el arquitecto como artista urbano”). Esas ideas innovadoras impactaban a estudiantes como Hugo Lavalle, que comenzaban a vivir el proceso de radicalización política, del que tampoco es ajeno Alicia, quien por entonces transita la Facultad de Psicología.

La militancia de Pinino comienza en la Facultad. Alicia no puede definir con exactitud cuándo y de qué manera, ni cómo decide ir al monte tucumano. Hay hechos que son como indicios. Por un lado un antecedente familiar: su prima Graciela Lavalle, militante de las FAP, presa desde 1972 y amnistiada por Cámpora en 1973. Alicia no puede asegurar si existía algún contacto entre su hermano y su prima; pero percibe que hay algo en esa presencia. Sin embargo, Pinino no se define por el peronismo, sino como militante de superficie del PRT. Distribuye El Combatiente o Estrella Roja, va a los barrios, se anota de manera infructuosa en algunas fábricas para proletarizarse, y hasta trabaja de albañil. Alicia cuenta que entre 1973 y 1974 hizo un viaje con Hugo al congreso del FAS, recuerda que vieron de cerca de Agustín Tosco, y eso fue algo muy impactante para ambos.

El ambiente que se vivía en la casa de 55 era natural, dice Alicia. Sus padres nunca se opusieron o discutieron las elecciones políticas de sus hijos. Todo lo contrario, se vivía como algo normal las inclinaciones que tenía Hugo por lo social. Que él fuera un tipo solidario, que se apareciera con los hijos de los compañeros y les pidiera a ella y a su madre que los cuidaran por un rato, o que algunas noches ni apareciera, formaba parte del mismo clima.

Pero el 13 de septiembre de 1975, Hugo le plantea a su familia que va a hacer un viaje a Tucumán. Todos pensaron que iba a militar y a trabajar, más o menos lo que venía haciendo en La Plata por entonces. Alicia no se olvida que lo ayudó a armar el bolso. Nadie de la familia pensó que no lo iba a ver más. Un mes y dos días después de haber llegado al monte, Pinino desaparece. Tenía 23 años.

La batalla de San Gabriel lejos está de haber sido una batalla. El arte de ponerles nombres épicos a los sucesos para ocultar el embrión del terrorismo de Estado simulando enfrentamientos era una forma que para 1975 ensayaba el Operativo Independencia, y de alguna manera anunciaba lo que se iba a venir a partir del 24 de marzo de 1976. El operativo sobre el río San Gabriel fue orquestado por el propio Acdel Vilas, dos días después de que se firmara el decreto 2772, instruyendo a las Fuerzas Armadas a aniquilar el accionar subversivo. Con esa cobertura, el 10 de septiembre de 1975 tres helicópteros especiales de ataque salieron hacia un objetivo fijo: la reciente unidad conformada entre ocho y doce combatientes del ERP que actuaba a lo largo de la ruta 38. Detectados de antemano cerca del arroyo, el objetivo era emboscarlos en el momento justo que fueran a aprovisionarse; pues como dice Daniel Gutman en su libro La sangre en el monte (página 209/210), el primer objetivo del Operativo Independencia no fueron los guerrilleros, sino amedrentar a los almacenes cercanos a la ruta 38, de manera de contar información precisa sobre los movimientos de los guerrilleros.

El relato de una supuesta batalla que uno encuentra en muchos registros no es más que la farsa oficial montada por los periodistas convocados por los militares para encubrir una ejecución. De allí que una cacería devino en una masacre en la que un puñado de combatientes se defendió hasta las últimas circunstancias (el periódico Estrella Roja, del 2 de noviembre de 1975, en la nota “La verdad sobre Tucumán”, página 7, reconstruye el episodio resaltando el valor de los combatientes emboscados).

Inmediatamente después de los hechos, Florentino Lavalle viajó a Tucumán. Lo hizo en dos oportunidades. Además de interponer hábeas corpus y denunciar la situación ante la OEA, en la zona de El Acheral se entrevistó con los pobladores, pero no pudo dar con mayores datos sobre el paradero de su hijo. Por intermedio de la abogada Alicia Noli, hoy jueza federal de Tucumán, por entonces una profesional comprometida, Florentino logra dar con un baqueano que arma un croquis y anota que el día 10 de octubre vio cómo el Ejército cargaba diez cuerpos que habrían sido depositados en el patio de un galpón a la vera de la ruta 38; luego cargados con rumbo desconocido. De acuerdo a la anotación sobre el croquis, habría una constancia de esos cadáveres en la Brigada de Investigaciones de Tucumán, en la que se solicita con fecha 22 de octubre la autopsia de once cuerpos en zona de operaciones. Los cierto es que el Ejército ya utilizaba la técnica de desaparecer los cuerpos.

Por eso Alicia repetía que su hermano no podía figurar como asesinado, pues su cuerpo nunca apareció ni se dio un comunicado con los nombres de las supuestas bajas. Hasta el momento tampoco sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (en el cementerio del norte de Tucumán existen fosas comunes en donde fueron hallados restos NN e identificados en algunos casos).

Según el relato que hace Alicia, los otros desaparecidos que ella tiene apuntados (desconozco la fuente de dónde los obtuvo) serían: Roberto Conde, Héctor Campos, Angélica Fonseca Alonso, Adriano Daniel Ramírez, Augusto Roberto Ricardo. Hay cinco cuerpos hasta el momento NN. Al guglearlos muchos de esos nombres figuran como estudiantes desaparecidos de la Universidad Nacional de La Plata.

Sobre las bajas del ERP entre el 7 y el día 10 de octubre la cuestión es polémica, pues en esa secuencia existen dos emboscadas del Ejército: una en la ruta 38, zona del arroyo San Gabriel, y otra en Sauce Huasco, el kilómetro 14 de la ruta 307. El Ejército comunica 13 bajas (es el parte dado al diario La Prensa del 12/10/75), Estrella Roja habla de 10 bajas en San Gabriel. En el libro La voluntad, tomo II, página 588, se relata los asesinatos de Asdrúbal Santucho y Manuel Negrín, y con posterioridad, se menciona a los guerrilleros muertos en El Acheral, y refieren 10 combatientes, sin contar a Negrín y Asdrúbal. Por su parte, María Seoane no menciona el número de bajas, pero sí los episodios (Todo o nada, página 251). En el libro ya citado de Daniel Gutman (página 266), un periodista que estuvo presente y describe la masacre (y a quien Gutman le preserva el nombre) enumera 14 bajas.

He intentado rastrear algún dato sobre la vida de Pinino en el mes que estuvo en el monte; no he encontrado nada. Ninguna de las memorias de los compañeros del PRT-ERP lo menciona o caracteriza. Alicia me dice que también buscó, y nada. En la novela La compañía de monte (página 154/206), Eduardo Anguita narra la experiencia por los mismos días que estuvo Pinino, y casualmente construye un personaje ex jugador de rugby (“Ramón”, el que no sabemos si es inventado o se trata del mismo Anguita), quien salva a un compañero herido y más tarde es relevado por la cúpula para ser preservado.

Entre las cosas que Alicia tenía dentro de una caja, y con la cual armé este rompecabezas, hay una libreta del Reglamento del Juego del Rugby (UAR-1965), que ahora llevo conmigo a préstamo y como talismán.

En la hoja final hay una cita que la cierra, dice así: “Sportsman es aquel que no solamente ha vigorizado su músculo y desarrollado la resistencia del ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir su cólera, a ser tolerante con sus compañeros, a no aprovechar una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa, y a llevar con altura un semblante alegre bajo el desencanto de un revés.

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